miércoles, 9 de mayo de 2012

I.

Se quedaba el cenicero encendido y a nadie le importaba.
Sólo recuerdo eso. Yo era muy pequeña, y me daba miedo que algo se quemara, pero ellos seguían charlando con sus vasos llenos de alcohol de ese maloliente. El alcohol se quedaba prendido. Y nadie hacía caso a una cosa tan pequeña.

Me paseaba entre sus piernas, con miedo al fuego que inundaba sus copas. Me apartaban con la mano, o con el pie y seguían parloteando. Nunca me decían “Vete” aunque supiera que todos lo deseaban, mi madre, mi padrastro, y cada miembro de las parejas que conformaban la mesa redonda ante la que las cartas se arrastraban. A veces boca arriba, a veces boca abajo. Fue algo que siempre me intrigó.

Cuando me aburría, seguía mirando. A ellos. Sus colores. Siempre he visto a la gente de color, y no me gustaba el color de aquellas personas. Eran todos tonos en la escala de los grises, mancillado a veces por algo de rojo. Mamá siempre fue marrón, como la mayoría de los viandantes. Es triste, pero al menos no era de ese gris horrible de Francisco-llámale Papá. Tenía momentos violeta conmigo. Cada vez eran menos. Ese Francisco le estaba poniendo los pies y las manos grises.

Me da igual que penséis “qué sabrá una cosa tan pequeña” como dicen todos. Ya sé que la gente no es de color. Realmente no los veo de un color. Es como el cenicero ardiendo. Soy capaz de saber que no arde, el metal no arde, pero en el fondo sé que está ardiendo. Lo sé. Como sé que la gente, es en su mayoría marrón, o para desgracia gris claro, oscuro... Lo sé.

Veo a Gladys demasiado roja en sus gestos, y su vaso de fuego bebible se agita sin cordura. “¡Gladys! ¡Se te cae el vaso!” grito. Gladys pega un respingo y su vaso cae.
¿Por qué pegas esos sustos, niña?- grita Francisco-llámalePapá- ¿Estás bien, Gladys?-- esa asiente con la cabeza, mirando la copa perpleja-- Has hecho que se le caiga la copa, vete de aquí-- No, le he advertido para que no se le cayera la copa...--argumento-- Si no hubieses pegado ese grito no se le habría caído, niña—si no le hubiese alarmado se le habría caído... y tenía que decírselo—Bueno, esto parece una conversación de tontos—dice mamá recogiendo los cristales y el líquido que ya no arde con un trapo-- y Gladys está bien. Tú te vas a la cama, y ya está.

Los amigos de mamá asienten con la cabeza, asienten para quitarle importancia, pero cuchichean. Ha sido extraño. ¿Lo dije y pasó, o pasó porque lo dije? Algunos rumian con cara de interesantes (un amigo de mamá, el Doctor no se qué, uno más marrón y verdoso. A ese le caigo bien, aunque no me hable) encabeza ese barrunto. Otros se ríen del as ocurrencias de la vida, pobre niña, farfulla Gladys. Aunque su marido me mira con cara de pocos amigos, como hacen otros (a los que les parezco bizarra y les doy un poco de miedo, aunque no lo digan). Debería mirarla más a ella que va “borracha como una cuba”.

Eso le dice mamá a Francisco-llámalePapá cuando sale con sus amigos. Yo nunca he visto una cuba borracha. Pero sólo se lo dice cuando está como ahora Gladys, sólo que Gladys podría intentar bailar sobre la mesa levantando la falda como otras veces (esas veces me echan siempre) y Francisco-llámalePapa mete patadas a las cosas, puñetazos en las paredes... alguno creo que no va a la pared, suena más como golpear carne para ponerla tierna, y suena un gemido sordo y seco de mamá. Son dos tipos diferentes de rojo.

miércoles, 18 de abril de 2012

SORTEANDO IDIOTECES

            Ella no había dicho nada. Había aprendido hace mucho    
        tiempo a no decir nada. Aunque él sabía que le pasaba    
        algo. Siempre lo sabía, aunque ella no dijera nada. Lo leía 
        en sus  ojos y en la fragilidad de su sonrisa fingida, sin 
        esa fuerza natural. Pasó desde el día que se conocieron, 
        de esa forma tan estúpida, en el bar... pero eso es otra   
        historia. 


         Este es el momento de hablar de ella, de por qué está tan  
         débil y anhedónica...


Da igual. No importa. Me divierte más hablar del día del bar, y a lo mejor a ella, que por aquel entonces gustaba de minifaldas muy cortas con mayas debajo para evitar los problemas más comunes de las faldas demasiado cortas... Aún así, la miraban igual. La verdad, le importaba un pijo. Hablaremos de ella otro día, ¿no? Recordemos cuando no le importaba salir de noche sola. Estaba cansada de sus amigas. "Yo no voy allí por que en ese garito la música es así como heavy..."..."Yo no puedo salir, tengo que estudiar y estudiar"... "¿Salir? Nooo, estoy cansada. Si acaso ir al cine, pero si es para ver Titanic que es preciosa..."


Se cansó.


Se cansó de tener que hacer instancias y mandarlas con un mínimo de un mes de antelación para quedar con sus amigas. Se cansó de hacer siempre lo que ellas querían. Se cansó de que siempre le dijeran "Uhh, que sexy que va ella..." con retintín.


Ella no se vestía "sexy". Vestía "como le gustaba".


Si para los demás era sexy, eso eran los demás, no ella.


Así que sin pensarlo se vistió con su conjunto favorito (esa falda negra de lunares blancos Pin Up con la camisita estrecha blanca y el maxi-cinturón rojo (uñas rojas, labios rojos, pestañas de muñeca) Perfecta para bailar, que es lo único que quería. Lo único que sus amigas parece que no querían y los hombres no entendían. Entró en uno de los bares donde siempre hay alguien a quien conoces. Y los había. Se tomó una copa, y alguien le saludó "¡Guau! ¡Estás muy sexy! Menudo modelito..." Los chicos le miraban de arriba abajo o al revés, y las chicas le decían "Hoy sales dispuesta a todo, ¿eh?" con guiño de ojo, o le miraban con cara de pocos amigos. En un segundo le habían invitado a una copa y se la sorteaban para bailar. Y luego otra copa, "¡Las princesas no pagan nada!"


Ella sólo bailaba, bailaba. Intentaba olvidar el baboserío de "amigos- moscón" y "moscones" no amigos que la rodeaban, y mientras bailaba, recordó una escena de baile con un desconocido que jamás olvidaría... Volvió a la realidad cuando el supuesto novio de una amiga se le acercaba avanzando el cuello recto, tratando de aferrarla por los brazos, y tan pronto soltarle un beso. Se quedó... ¿conmocionada? ¿Así eran todos? Era su amiga con la que estaba, y después del beso que ella no deseaba pero no pudo esquivar, el patético aquel le susurró cosas que ya le habían susurrado muchos. Irrisorio. Su "novia" no era sólo su amiga, sino su compañera de piso... ¿qué les pasa a los hombres?


"Estás borracho, Paco. Anda déjame y piensa en Iria."... "Iria no está aquí... estamos tú y yo"... "¡No tienes vergüenza, macho! ¿Crees que voy a irme contigo a ninguna parte?¿Vamos a mi casa, a ver si despertamos a Iria? Y mañana desayunamos los tres... Tu eres gilipollas, ni me toques... He dicho que no me toques. ¡Que no me toques!" --- empujón brusco y fuera. Fuera de ese tugurio lleno de "amigos".


Anduvo rápido al centro de la plaza donde algunos bebían y charlaban, fumaban. Todo aquello era penoso... En ese momento hizo lo mejor que podía hacer: pintarse los labios y reafirmar la raya de los ojos. Miró al rededor, y vio un bar pintado de negro con la puerta cerrada. Cuando la abrían sonaba rock, heavy, punk... Entró rápido en el bar, aliviada. La gente vestía mucho peor según las normas convencionales de la sociedad (estos no llevaban gomina y camisas de marca como los cerdos de hacía un momento) y se dijo "Menos mal, gente normal y a lo suyo". Vio un hueco al fondo y se sentó en la barra. Pidió una cerveza. Él rápidamente le llamó la atención. Estaba con unos tres amigos, hablaban fuerte, se movían aleatoriamente cómo... como si no importase. Como a ella le gustaba. No importaba. Sin embargo, ella rápidamente le llamó la atención.


"¡Hola! No parais, ¿eh?"- soltó ella al grupo levantando la birra a modo de saludo.
"¡Claro que no! Hay que pasarlo bien. ¿Y tú que haces sola, preciosa?"
"Tomarme una cerveza"
"Invito a la próxima. Soy Ivan, ese este es Mario y esos que están pegando botes, el Negro y Johny"
"Violeta"- dijo a la vez de un brindis.


Y hablaron y hablaron, se rieron, bailaron... Ella movió sus caderas y su falda como nunca.


No todos son iguales, pensó ella.


La diferencia puede estar entre una puerta y otra a doscientos metros.


Allí nadie le agobió, bailó toda la noche, se rió con desconocidos que se volverían más tarde en amigos, quedaron otro día "por aqui". Así, como si no importara. Pero a él le brillaban los ojos y la sonrisa, y no era por el alcohol. Se vieron. Muchas veces.


        Ella no está tan triste. No ha dicho nada, pero esboza una
         sonrisa. Tal vez recuerda lo que le gustaba bailar, tal vez 
         a aquel chico, que ahora tenía con ella, tal vez lo curioso     
         que es el mundo y lo bueno que es salir sola a veces.   
         Él sabía que seguía débil. También sabía que era mejor 
         haberle contado esta historia. Cómo se conocieron de esa  
         forma tan estúpida. Sorteando idioteces.
         
         Otro día hablaremos de ella...



sábado, 14 de abril de 2012

ENTRE AQUELLA NIEBLA

Quedamos a las 21:00, pero parecía que fuese de madrugada. Con esta niebla, esa humedad, frío...
Me entraron ganas de irme a casa. Si quiera sabía bien porqué habíamos quedado. Fue algo espontáneo de curro: "¡Eh! ¿Qué haces el sábado, compañera?" - "Pues nada, fundirme con el ambiente, qué quieres que te diga...". Y en seguida hablas de lo agradable que es cenar en tal sitio. "Siii, lo conoces"........  yo otra vez "Cuánto tiempo sin ir... tenía  amistad con el hijo, el Chef!" -  "Se ha ido a un restaurante mayor, pero también de la familia. Pero sin ese ambiente, ya sabes, tan cálido. Es más comerte una estrella Michelín que una buena dorada" - "Jajajaja, que si, que allí estaré, Javi. Si, en el banco de la calle Dr. Urrutia. Nos vemos, allí!".


Y aquí estoy, caminando y viendo el banco, vacío, donde deberías estar, capullo Javi. Yo siempre llego tarde. No es deseado. No lo hago a posta... Siempre calculo mal las horas, y acabo llegando 10 o 15 minutos tarde. La gente me conoce, pero tú no has quedado conmigo nunca. Tampoco te habrás ido por 15 minutos... ¿Acaso crees que sería mejor venir sin rimmel y línea de ojos? No, no... Y desde la última multa, paso de acabados de chapado y pintura facial en carretera mientras giro el volante. Soy experta, pero hazte cargo...


Me siento y me ciño el abrigo que no se puede ceñir más. Buena idea el pañuelo. Me cubro la boca y la nariz. La humedad se mete en los huesos, la cabeza. Estarás a punto de llegar. Olvidemos el frío. Un cigarrillo. Eso entretiene un rato, más si das caladas profundas y te haces la elegante. 


Ahí, sentada en el banco, recuerdo otra vez que me vi esperando en este banco. Esperaba a Jose Antonio, mi primer novio. Era el más guapo de los chicos jamás conocidos. Todavía pienso que no debe haber chico más guapo que él. Pero cuando quedamos ahí porque "Es importante, Antonio... Por favor... Ya sabes que no me viene, tengo miedo...". Te esperé pensativa, ida de la realidad, ¿por qué no venía el Tío Perico? Como lo llamaban mis titas y mi abuela. El Tío Perico no había venido, pero tú tampoco viniste. Mandaste a tu amigo que me mandase un mensaje "Te quiero mucho, pero tengo que alejarme de ti. Creo que ya no te quiero. Necesito pensar. Un beso, cariño". Partí el papel en mil pedazos y lloré y lloré en el banco, en el mismo que ahora ocupaba. La gente pasaba, pero nadie me consolaba. Una chica de 15 años llorando, será cualquier tontería de la edad. Tuve que recoger mi ánimo y mi vergüenza del suelo, marcharme a mi casa lloriqueando, y entre sollozos contarle a mi madre. Ella se puso seria. Trajo un frasco para que orinase y se fue. "No estás embarazada, hija. Lo que tienes es todo nervios por culpa de ese mal nacido. Nunca me calló bien. Y sabes que siempre acierto". Acertó... acertaste, mamá... "Menos mal que te tengo, mamá... Perdóname, por favor".


Ahora sentía rabia y fuerza sentada en ese banco. Rabia por la vida y la ilusión de niña que se llevó ese gilipollas, que a los tres meses pretendió volver conmigo... No. Pues claro que no. Y ya no me volvió a hablar, sólo miradas furtivas y ladronas en la calle al cruzarnos. Niña, no idiota. Me robaste mi creencia hacia el amor verdadero, el primero, el mejor... Ya no, no. Y ese NO, NO, me hace sentirme fuerte sentada en el mismo sitio donde me diste plantón por "correspondencia". Desde entonces, no me costó nada decir NO cuando debía decírselo a algún chico. Crecí.


Miro el reloj, son las 21:45. Cojo el móvil... pero la historia recordada me llena de rebeldía. No, no pienso llamarte, deberías haber llamado tú. Es suficiente espera, y la reserva ya estará anulada. Me levanto con temple y una sonrisa curiosa hacia la niebla. Una niebla que me cubre desde entonces, pero que sé que puedo afrontar. Segura, con buen pie. De pronto tropiezo con "¡Ouch! Disculpe, es que no se ve nada con esta niebla tan tupida..."- "¿Eres tú? Soy Javi. Perdona, perdona por el retraso"- me coge la mano. "Me llamó el típico amigo que no llama nunca y no entiende que hoy no es el día, y para cuando colgó vi que no te había pedido el número de teléfono. Creí que lo tenía. ¿Dos años trabajando juntos? Sé que no es excusa, pero..." - "Anda, calla, yo tampoco llegué a la hora. ¿Qué hacemos? Van a dar las diez pasadas..."- "Retrasé la reserva..."- "Calla. Vamos entonces, ¿no? ¡Todo está bien! Me invitas a algo que me haga entrar en calor, y ya está"


Mi sonrisa se funde con la niebla que se funde con el pavimento.


Yo no lloro dos veces en el mismo banco.

martes, 10 de abril de 2012

SILENCIO MUDO

            Se partió la luz
            Se partió la sombra
            Y no me quedó más
           que esconderme en la cocina


            Entre sartenes
            Y sopas
            Y sesos
            Me quedé sola


           Vacía y en silencio


           Nunca decir "Basta"
           Nunca más "No puedo"
           Jamás enfadarse
           Jamás decir "Me muero"


           Sólo en corazones tiernos
           se quedan las palabras congeladas
           al instante
           para poder transplantarlas 
           en la boca del enemigo


           Si el enemigo entiende, 
           estás salvada
           Si el amigo huye
           cierra la sala
           Cirugía cancelada


           ¿Un hilo de luz?
           Tal vez no era nada




miércoles, 4 de abril de 2012

FRASARIO: I y II

I.
Sal de mi, sentimiento acorralado
atraviesa mi mano y mancha el papel
demuéstrame que aún hay ruido en mi cabeza




II.
Y cuando el ruido se acabe...
... compraré una máquina de escribir.


viernes, 30 de marzo de 2012

DICEN, DICEN

Me dicen que no piense en esas cosas,
que no escriba sobre esas cosas,
que no dibuje nada que se parezca a esas cosas...


Dicen, dicen... !Pero qué saben¡

Quieren sacar de mi cualquier vestigio de lo que queda...

de imaginación


jueves, 29 de marzo de 2012

CUANDO TODO ERA

Yo fui así.
Me volvía tangencial según viniese la corriente, que refrescaba mis circunvoluciones cerebrales para airearme las ideas y maquinar nuevos planes.
Caminaba y las ideas me seguían, se iban uniendo y formaban un halo espeso y visible detrás de mi, encima de mi sombra, haciendo que esta fuese más violácea que la de los demás. Caminaba veloz y al llegar a casa vertía sobre el papel todo aquello que había atravesado mi pensamiento y se había hecho seguidor mío durante el paseo. Sentía calambres al vomitar todo aquello sobre el papel, y una satisfacción infinita.
Luego no lo leía, porque sonaba tan raro como oír graznar a un jilguero.
Me gustaba llenar carpetas y carpetas.






Ahora están cogiendo humedad en algún lugar, se esconderán en cajones secretos, o se me aparecen dentro de un libro junto a alguna representación figurativa de lo que en mí sentía.
Siempre dibujo. Puedo ser tangencial, pero necesito el 2D para moverme como un ciego en Braille.
Incluso preferiría a veces que el mundo fuese bidimensional y bidireccional, para no perderme entre puedes, talveces y probablementes... para no perderme en la belleza infinita y profunda que me hace recordar que ya no soy.
Recordar cuando todo era.