Quedamos a las 21:00, pero parecía que fuese de madrugada. Con esta niebla, esa humedad, frío...
Me entraron ganas de irme a casa. Si quiera sabía bien porqué habíamos quedado. Fue algo espontáneo de curro: "¡Eh! ¿Qué haces el sábado, compañera?" - "Pues nada, fundirme con el ambiente, qué quieres que te diga...". Y en seguida hablas de lo agradable que es cenar en tal sitio. "Siii, lo conoces"........ yo otra vez "Cuánto tiempo sin ir... tenía amistad con el hijo, el Chef!" - "Se ha ido a un restaurante mayor, pero también de la familia. Pero sin ese ambiente, ya sabes, tan cálido. Es más comerte una estrella Michelín que una buena dorada" - "Jajajaja, que si, que allí estaré, Javi. Si, en el banco de la calle Dr. Urrutia. Nos vemos, allí!".
Y aquí estoy, caminando y viendo el banco, vacío, donde deberías estar, capullo Javi. Yo siempre llego tarde. No es deseado. No lo hago a posta... Siempre calculo mal las horas, y acabo llegando 10 o 15 minutos tarde. La gente me conoce, pero tú no has quedado conmigo nunca. Tampoco te habrás ido por 15 minutos... ¿Acaso crees que sería mejor venir sin rimmel y línea de ojos? No, no... Y desde la última multa, paso de acabados de chapado y pintura facial en carretera mientras giro el volante. Soy experta, pero hazte cargo...
Me siento y me ciño el abrigo que no se puede ceñir más. Buena idea el pañuelo. Me cubro la boca y la nariz. La humedad se mete en los huesos, la cabeza. Estarás a punto de llegar. Olvidemos el frío. Un cigarrillo. Eso entretiene un rato, más si das caladas profundas y te haces la elegante.
Ahí, sentada en el banco, recuerdo otra vez que me vi esperando en este banco. Esperaba a Jose Antonio, mi primer novio. Era el más guapo de los chicos jamás conocidos. Todavía pienso que no debe haber chico más guapo que él. Pero cuando quedamos ahí porque "Es importante, Antonio... Por favor... Ya sabes que no me viene, tengo miedo...". Te esperé pensativa, ida de la realidad, ¿por qué no venía el Tío Perico? Como lo llamaban mis titas y mi abuela. El Tío Perico no había venido, pero tú tampoco viniste. Mandaste a tu amigo que me mandase un mensaje "Te quiero mucho, pero tengo que alejarme de ti. Creo que ya no te quiero. Necesito pensar. Un beso, cariño". Partí el papel en mil pedazos y lloré y lloré en el banco, en el mismo que ahora ocupaba. La gente pasaba, pero nadie me consolaba. Una chica de 15 años llorando, será cualquier tontería de la edad. Tuve que recoger mi ánimo y mi vergüenza del suelo, marcharme a mi casa lloriqueando, y entre sollozos contarle a mi madre. Ella se puso seria. Trajo un frasco para que orinase y se fue. "No estás embarazada, hija. Lo que tienes es todo nervios por culpa de ese mal nacido. Nunca me calló bien. Y sabes que siempre acierto". Acertó... acertaste, mamá... "Menos mal que te tengo, mamá... Perdóname, por favor".
Ahora sentía rabia y fuerza sentada en ese banco. Rabia por la vida y la ilusión de niña que se llevó ese gilipollas, que a los tres meses pretendió volver conmigo... No. Pues claro que no. Y ya no me volvió a hablar, sólo miradas furtivas y ladronas en la calle al cruzarnos. Niña, no idiota. Me robaste mi creencia hacia el amor verdadero, el primero, el mejor... Ya no, no. Y ese NO, NO, me hace sentirme fuerte sentada en el mismo sitio donde me diste plantón por "correspondencia". Desde entonces, no me costó nada decir NO cuando debía decírselo a algún chico. Crecí.
Miro el reloj, son las 21:45. Cojo el móvil... pero la historia recordada me llena de rebeldía. No, no pienso llamarte, deberías haber llamado tú. Es suficiente espera, y la reserva ya estará anulada. Me levanto con temple y una sonrisa curiosa hacia la niebla. Una niebla que me cubre desde entonces, pero que sé que puedo afrontar. Segura, con buen pie. De pronto tropiezo con "¡Ouch! Disculpe, es que no se ve nada con esta niebla tan tupida..."- "¿Eres tú? Soy Javi. Perdona, perdona por el retraso"- me coge la mano. "Me llamó el típico amigo que no llama nunca y no entiende que hoy no es el día, y para cuando colgó vi que no te había pedido el número de teléfono. Creí que lo tenía. ¿Dos años trabajando juntos? Sé que no es excusa, pero..." - "Anda, calla, yo tampoco llegué a la hora. ¿Qué hacemos? Van a dar las diez pasadas..."- "Retrasé la reserva..."- "Calla. Vamos entonces, ¿no? ¡Todo está bien! Me invitas a algo que me haga entrar en calor, y ya está"
Mi sonrisa se funde con la niebla que se funde con el pavimento.
Yo no lloro dos veces en el mismo banco.
no llores... Precioso
ResponderEliminarYa lloré...
ResponderEliminarGracias inmensas