Me dicen que no piense en esas cosas,
que no escriba sobre esas cosas,
que no dibuje nada que se parezca a esas cosas...
Dicen, dicen... !Pero qué saben¡
Quieren sacar de mi cualquier vestigio de lo que queda...
de imaginación
viernes, 30 de marzo de 2012
jueves, 29 de marzo de 2012
CUANDO TODO ERA
Yo fui así.
Me volvía tangencial según viniese la corriente, que refrescaba mis circunvoluciones cerebrales para airearme las ideas y maquinar nuevos planes.
Caminaba y las ideas me seguían, se iban uniendo y formaban un halo espeso y visible detrás de mi, encima de mi sombra, haciendo que esta fuese más violácea que la de los demás. Caminaba veloz y al llegar a casa vertía sobre el papel todo aquello que había atravesado mi pensamiento y se había hecho seguidor mío durante el paseo. Sentía calambres al vomitar todo aquello sobre el papel, y una satisfacción infinita.
Luego no lo leía, porque sonaba tan raro como oír graznar a un jilguero.
Me gustaba llenar carpetas y carpetas.
Ahora están cogiendo humedad en algún lugar, se esconderán en cajones secretos, o se me aparecen dentro de un libro junto a alguna representación figurativa de lo que en mí sentía.
Siempre dibujo. Puedo ser tangencial, pero necesito el 2D para moverme como un ciego en Braille.
Incluso preferiría a veces que el mundo fuese bidimensional y bidireccional, para no perderme entre puedes, talveces y probablementes... para no perderme en la belleza infinita y profunda que me hace recordar que ya no soy.
Recordar cuando todo era.
Me volvía tangencial según viniese la corriente, que refrescaba mis circunvoluciones cerebrales para airearme las ideas y maquinar nuevos planes.
Caminaba y las ideas me seguían, se iban uniendo y formaban un halo espeso y visible detrás de mi, encima de mi sombra, haciendo que esta fuese más violácea que la de los demás. Caminaba veloz y al llegar a casa vertía sobre el papel todo aquello que había atravesado mi pensamiento y se había hecho seguidor mío durante el paseo. Sentía calambres al vomitar todo aquello sobre el papel, y una satisfacción infinita.
Luego no lo leía, porque sonaba tan raro como oír graznar a un jilguero.
Me gustaba llenar carpetas y carpetas.
Siempre dibujo. Puedo ser tangencial, pero necesito el 2D para moverme como un ciego en Braille.
Incluso preferiría a veces que el mundo fuese bidimensional y bidireccional, para no perderme entre puedes, talveces y probablementes... para no perderme en la belleza infinita y profunda que me hace recordar que ya no soy.
Recordar cuando todo era.
domingo, 25 de marzo de 2012
LA NIÑA AZUL
"¡Niña azul! ............ ¡Niña azul! ........... ¡Escóndete en tu guarida!".
Ni miré a ese niño. ¿Qué estupideces decía? O más bien, chillaba.
Yo no soy azul, ni tengo ningún escondite, mucho menos una guarida. Lo más fácil era pensar que hablaba con otra persona, pero yo soy la única que toma ese camino de vuelta a casa. Camino de tierra ancho, con altos, altos árboles que dejan pasar la luz embelleciendo su color. La segunda opción suele ser la verdadera (creencia patafísica nº 1), así que estaría jugando a esconderse con una amiga imaginaria. Los niños pequeños son bastante raros. Más si son niños. Aunque todos digan que los niños son auténticos, no mienten, viven mundos interiores maravillosos... quien fuese niño... Es mentira. Tener menos de 9 años es no ser nadie. Yo ya sólo recuerdo 3 o cuatro cosas de esos años... la mayoría traumáticas como haberme caído y romperme la paleta (qué fea que estaba), caerme de la bici y romperme las rodillas y las muñecas, el sabor del jarabe para la tos, el olor del perfume de mi abuela.
Creencia patafísica nº1 al traste: el niño, unos 8, 9 años, pega un salto todo sudoroso y se planta delante mía "Niña azul..." "¿Pero a qué juegas? Yo no soy una niña, tengo 13 años, y no soy azul". Se lo digo enseñando mi brazo rosado como muestra de evidencia. "¡Ahora no importa nada! ¡¡No hagas preguntas!! Vayamos al escondrijo los dos juntos, así no nos verán".
Eso si que no. Puedo ser paciente y escuchar a este niñato, pero a mi edad hay una lista de cosas que no tolero, y entre ellas están la 7 (que me persigan y alteren mi camino) y la 2 (a mi nadie me grita). Le miro como si mis ojos lanzasen flechas y retomo la marcha de vuelta a casa a toda prisa. Debo haberle asustado con la cara de - Déjame YA- que sé poner (labios fruncidos y ladeados, ojos entreabiertos con mirada fría y ceja izquierda elevada y un algo que hago con la nariz que parezco un perro rabioso) que el mocoso dejó que continuase el camino.
Ni miré a ese niño. ¿Qué estupideces decía? O más bien, chillaba.
Yo no soy azul, ni tengo ningún escondite, mucho menos una guarida. Lo más fácil era pensar que hablaba con otra persona, pero yo soy la única que toma ese camino de vuelta a casa. Camino de tierra ancho, con altos, altos árboles que dejan pasar la luz embelleciendo su color. La segunda opción suele ser la verdadera (creencia patafísica nº 1), así que estaría jugando a esconderse con una amiga imaginaria. Los niños pequeños son bastante raros. Más si son niños. Aunque todos digan que los niños son auténticos, no mienten, viven mundos interiores maravillosos... quien fuese niño... Es mentira. Tener menos de 9 años es no ser nadie. Yo ya sólo recuerdo 3 o cuatro cosas de esos años... la mayoría traumáticas como haberme caído y romperme la paleta (qué fea que estaba), caerme de la bici y romperme las rodillas y las muñecas, el sabor del jarabe para la tos, el olor del perfume de mi abuela.
Creencia patafísica nº1 al traste: el niño, unos 8, 9 años, pega un salto todo sudoroso y se planta delante mía "Niña azul..." "¿Pero a qué juegas? Yo no soy una niña, tengo 13 años, y no soy azul". Se lo digo enseñando mi brazo rosado como muestra de evidencia. "¡Ahora no importa nada! ¡¡No hagas preguntas!! Vayamos al escondrijo los dos juntos, así no nos verán".
Eso si que no. Puedo ser paciente y escuchar a este niñato, pero a mi edad hay una lista de cosas que no tolero, y entre ellas están la 7 (que me persigan y alteren mi camino) y la 2 (a mi nadie me grita). Le miro como si mis ojos lanzasen flechas y retomo la marcha de vuelta a casa a toda prisa. Debo haberle asustado con la cara de - Déjame YA- que sé poner (labios fruncidos y ladeados, ojos entreabiertos con mirada fría y ceja izquierda elevada y un algo que hago con la nariz que parezco un perro rabioso) que el mocoso dejó que continuase el camino.
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